Hoy sentada en el jardín me fijé en un caracol que se paseaba por unos troncos de madera del jardín. Su caminar era lentísimo, pesado, pero disfrutaba del aire y los rayos de sol pre-primaverales; no le importaba seguramente lo que avanzaba ni hasta donde llegaría, pero disfrutaría seguramente de poder hacerlo, de estar vivo, de sentirse libre, y si por casualidad resbalaba y caía a la tierra, volvería con gran esfuerzo y paciencia a subir al tronco y seguir con su paseo, el tiempo no importaba.....
Hay que disfrutar de las cosas que se hacen, hacerlas con calma, sin prisas, recreándonos en el momento, con dedicación, delicadeza, paciencia y amor hacerlas, entregarnos a ellas,....cuidando los detalles, observando minuciosamente con y por placer, tomando todo el tiempo del mundo, sin agobios ni inmediatez, saboreando hasta lo último aquello que hacemos, interiorizándolo y así guardándolo por siempre con nosotros. Después, pasados los días, las semanas, meses y años queda ese poso dulce precioso en que consiste la felicidad.....hay cosas que son únicas, irrepetibles, eternas....
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