Vivir deprisa es vivir a ciegas. Las vacaciones es un buen momento para vivir lentamente. Cuando se olvida el tiempo, todo se detiene y se alarga. Contemplar una nube, una flor, la lluvia, un pájaro, las olas del mar, un bosque, un río, la luna, las estrellas, observar a las personas....durante horas......una sonrisa, unas manos, unos ojos, un cuerpo, unas arrugas, una piel suave y tersa....durante horas....escuchar el viento, el mar, los árboles, los animales, el fuego, el agua, la risa, la música, las palabras, los susurros, el silencio....durante horas......dejarse llevar, entregarse, y llenarse por la lentitud de los detalles, escrutando con los sentidos hasta lo más mínimo, especialmente aquello que solo miramos y por encima y deprisa y corriendo. El placer de descubrir infinidad de pliegues en cada detalle, es maravilloso. Después sientes que todo es diferente y te encuentras sonriendote a ti misma y extrañamente complacida y plena por dedicar tiempo a la vida, dedicarte tiempo a vivir.
Vivir a fuego lento es vivir maravillosamente.
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