Edurne Pasaban.
Rostro de nieve virgen, pura, sin tocar ni retocar. Rostro de mil huellas, mil caminos, mil caídas.
Sincera, cercana, pasional hasta en las palabras, en la mirada, y emotiva. Se emociona recordando, viendo la montaña, viéndose coronando los techos del mundo, a pesar que lo habrá visto mil veces, solo las personas intensas, llenas de pasión, tienen la capacidad de seguir emocionandose a pesar de las veces, a pesar del tiempo. Su recuento de su vida fue casi como un cuento que nos embelesó, apasionó, sentimos hasta esa tensión, miedo, de estar a 8000 mts azotada por el viento, el frío y el peligro, a merced de lo que la montaña quiera, y nos emocionó su propia emoción por la montaña, su grandeza, su inmensidad. Despojada de toda falsedad, hipocresia, vanagloria, con sencillez, franqueza, humildad, estuvo charlando con nosotros, compartiendo su vida, anécdotas y momentos, dejando ver su lado humano y cercano, con un mensaje que comparto: que en la vida hay que hacer aquello que te gusta, y lo que hagas, hacerlo con pasión. Y una enseñanza: seguir los sueños, perseverar, luchar, levantarse una y otra vez, saber nuestras propias capacidades y limitaciones, afrontar los retos, cumplir con lo que te has trazado y propuesto, acabarlo, anticipación, objetividad, ilusión, y siempre rodearte de gente que merece la pena, buena.
La dama de los 14 x 8000 destila felicidad, y a su paso deja una estela que envuelve.
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