Resulta que ahora todos están hartos del sistema y de todo en general, desde sus acomodadas vidas arengan, enardecen los ánimos del personal, llaman a la movilización, la manifestación, al grito, la rebeldía, la revolución, a petar todo, y aplauden cualquier gesto en contra de, contra de. Hartos del sistema del cual han estado chupando todo este tiempo y que les ha proporcionado esa estupenda y acomodada vida a la que no van a renunciar por muy hartos que estén. Pero como esto va así, pues ahora toca mostrarse airado, parecer enfurruñado con el mundo, decir estar harto de la jeta de los humanos, repugnar el nauseabundo olor fétido del sistema, lanzar al aire cuatro consignas de lucha, y así quedamos bien y estamos en la onda. Pero por muy irritados que estemos con el sistema y el mundo en general, sin renunciar ni devolver nada al odiado capitalismo que nos ha dado tanto y tantas cosas y nos ha hecho tan infelices convirtiendo nuestra vida en un pozo oscuro, vacío y sin sentido. Que nunca se sabe y de aquí a diez años igual está otra vez de moda, y a ver que hacemos. Esto es como los pantalones campanas, las gafas Ray-Ban o los zapatos de cordones de corte clásico inglés que vuelven a estar de moda en cualquier momento. Así que nada, que queda muy bien ahora salir hablando en algún medio, escribir en una revista o periódico, estar en algún momento en alguna movida anti-sistema-anti-mundo, o decir que esto es una eme y que hay que luchar y rebelarse contra esto, y sentirse tremendamente engañado, timado e infeliz dentro de este tinglao que nos montaron y al cual ni pertenecemos ni queremos pertenecer.
Pues nada, a mi cuando inventen otro tinglao que me lo digan.
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