Semana Santa. Cargada de devoción, recogimiento, oración. Simbolizada con la pasión, el dolor y sufrimiento. Días y momentos de reflexión especialmente para los cristianos. Y sobre todo para el perdón; todos llevamos en alguna medida esa cruz, más grande o más pequeña, que nos produce dolor. Y es el ejercicio del perdón, uno de los que posiblemente más no llene de paz, serenidad y descanso, y contribuya al estado de bienestar y felicidad personal. Es curioso como dos sentimientos, estados o palabras tan contrarias pueden estar tan asociadas, y cómo se pueden experimentar a la vez en cualquier instante. E instantes son los que conforman la felicidad. La que está en cualquier cosa, por pequeña que sea, que se disfruta. La grande que nos llena de cariño y amor. La que nos abraza y nos da calor y confort a pesar de que no sea un día de frío invierno. La que perdura en el corazón y en la mente para siempre. Y eso es la felicidad ni más ni menos, eso me decía mi corazón estos días. La emoción que sientes, la sonrisa de gratitud y amor, el sentimiento de paz y bienestar, la certeza en el interior. Y cuando hay certeza todo está bien. La tuve hace años, y la sigo teniendo ahora, quizás más que nunca. Y eso es la felicidad.
Dedicado a R.
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