Lo que guarda

La historia a través de unos ojos, de una mirada.

Son como los versos del poeta, como la canción del trovador, como las pinceladas del pintor, como el barro del alfarero.

El horror plasmado en la retina, y en el corazón, es unas fotografías que nos recuerdan la maldad, la barbarie del ser humano, la aniquilación de la especie.

Y la valentía, la determinación y coraje de unos hombres que no quisieron que aquello no se supiera, que quedara enterrado, que se olvidara. Un simple aprendiz de fotógrafo, víctima, testigo de los horrores nazis durante su internamiento en un campo de concentración, prestó declaración y aportó pruebas fotográficas suyas, y del laboratorio de fotografía del campo, con fotos en papel y negativos, en el Proceso de Nuremberg, lo cual sirvió para condenar a asesinos y enseñar al mundo unas de las páginas más negras y horribles de la historia de la humanidad, que nunca debe ser olvidada y que jamás debe volver a repetirse. Su nombre: Francisco Boix, español, ayudado por unos cuantos más, españoles también.

Su asombrosa hazaña en la revista La aventura de la Historia merece la pena ser leída.

Mis ojos no miran por mirar, miran para transmitir.