Estas vacaciones practiqué mucho la contemplación y el silencio, más de lo que lo suelo hacer el resto del año y en la vida cotidiana por el mismo ritmo que nos impone la vida rutinaria. Y lo que parece nada, hacer absolutamente nada, es de lo que más nos da, nos llena, nos revitaliza, nos produce alegría, serenidad, satisfacción, bienestar, totalidad. Y no es tampoco que tenga que haber ausencia total de palabras, porque las palabras compartidas también nos producen mucho de eso, pero son los momentos, el tempo, lo que hace todo adecuado, en su lugar.
La satisfacción de no pensar, de dejar de poner en funcionamiento la mente, las ideas, la coctelera del cerebro, y solo sentir, entregarse a sensaciones, a dejarse inundar por todo aquello que ve, escucha, siente en su piel, incluso no escuchar absolutamente nada por momentos....es incomparable.....El cerebro es tan poderoso, infatigable en su fuerza y empeño, todo el día hablándonos, mandándonos palabras, frases, ideas, razonamientos, que no nos deja muchas veces sentir lo que nos pide nuestro corazón, y andamos siempre analizando, calibrando todo, sin verdaderamente actuar según nuestro sentir y lo que nos dice el corazón, dando como resultado esa infelicidad, esa insatisfacción que se asoma a veces.....por eso es bueno, es necesario, pararle de vez en cuando, al menos una vez al día un rato y dedicarse a la contemplación y silencio, el día transcurrirá mejor, y en largos periodos, como unas vacaciones, lo recomiendo totalmente, es muy grato, agradable, y te deja totalmente renovado.....
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