Hoy dos escenas me devolvieron el lado tierno, el amor, la bondad, la familia. En tiempos en los que quizás padres, hijos y abuelos, cada cual marcha por su lado, en su vida, en su mundo, en sus cosas, es enternecedor y reconfortante ver y oír cosas como estas, ver y oír el lado bueno de las cosas, el lado bueno de la vida, el lado bueno del ser humano.
En una iglesia una abuela rezaba mientras su nieto de unos 3 años iba de banco en banco. Cuando terminó, se acercó al niño inquieto y los dos sentados en un banco rezaron juntos un Padrenuestro, él con su media lengua, y al acabar fue él mismo el que dijo: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amen, mientras su abuela sonreía y se besaban cariñosamente los dos. Me pareció una escena dulce y conmovedora; esa abuela lo que le transmitía con tanto amor a su nieto, y el nieto lo que recibía y aprendía de la abuela. Y que nunca estoy segura iba a olvidar.
En otro lado, esa tarde, se declaraba un gran incendio en un inmueble de 8 plantas. Un nieto de 17 años sin pensarlo dos veces cogía a su abuela de 90 años y la bajaba en brazos desde la sexta planta para salvarla. Los dos se salvaron. Un nieto que amaba a su abuela por encima de todas las cosas no dudó un instante que lo más importante era sacar a la abuela de las llamas, un nieto que estoy segura desde pequeño lo que más ha recibido de su abuela es ternura, dulzura, amor, bondad, las cosas que ha aprendido de su abuela.
Dos hechos paralelos, diferentes pero que guardan cierta similitud por el fondo. El fondo es lo que transmitimos, lo que damos, lo que regalamos a otros incondicionalmente, dar sin esperar nada a cambio, dar porque si, eso perdura para siempre en el corazón de esos otros y nunca se olvida.
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