"he creado este blog pensando en un lugar de encuentro de mis palabras con las tuyas, un lugar para hacer un alto y compartir escribiendo y leyendo, un lugar donde las palabras vuelen libres....te invito a que entres, disfrutes, participes...."

martes, 4 de septiembre de 2012

Unos putos 0.15 céntimos



Ni compasión, ni tampoco memoria. Una mendiga, de origen rumano,  pedía a las puertas de un supermercado. Entró al rato a comprar con sus escasas monedas una botella de agua para paliar su sed; yo compraba dentro y me preguntó que decía la etiqueta del estante y cuánto costaba la botella, 0.20 centimos, y me dio las gracias. En la caja había cola para pagar, y delante de mi estaba la mendiga con su botella de agua para pagar. Más adelante un hombre de origen portugués pagaba por dos botes de Nocilla, y le faltaban 0.15 céntimos. Le dijo al cajero que le traía lo que faltaba luego, que ahora no tenía, y el cajero, de origen magrebí, le dijo que tenía que pagar, a lo que el otro hombre le respondió que luego, que ahora no tenía, y el cajero le dijo que no se podía llevar los dos botes de Nocilla si no le pagaba los 0.15 céntimos que faltaban. La mendiga cogió entonces de sus monedas y le dio los 0.15 céntimos que le faltaban al hombre, y este le pagó al cajero y se pudo llevar los dos botes de Nocilla. Me emocioné y mis ojos se llenaron de lágrimas. Nadie en la cola con sus cestos y carros llenos de alimentos se inmutó ni hizo nada ante aquella escena, veían lo que estaba pasando pero era como si con ellos no fuera. Por unos putos 0.15 céntimos. En un acto reflejo cogí 1 euro y se lo di a la mendiga, que me agradeció tres veces mi "generosidad". Llegó mi turno de pagar y fulminé con la mirada al cajero, por no tener memoria de cuando el llegó aquí y de las calamidades que habrá pasado, por no haberlo recordado y no haber pagado él de su bolsillo los putos 0.15 céntimos viendo que el hombre no tenía más dinero, y que a lo mejor un poco de pan con Nocilla era todo lo que iba a cenar esta noche. Cuando salí del supermercado, la mendiga ya estaba sentada de nuevo afuera esperando limosnas, y al verme me dijo de nuevo: "gracias señora, muchas gracias", Y no pude más que llorar de rabia.

Una mendiga nos enseña lo que es la misericordia, tener corazón, compasión por los que sufren, por los que no tienen que comer, y que impulsa a ayudarlos o aliviarlos en su sufrimiento, algo tan simple como dar de comer al hambriento.
 
De mis escenas cotidianas.

2 comentarios:

Isabel dijo...

Te doy las gracias personalmente por tus entrañables palabras en mi blog y me quito el sombrero por este post que has escrito....Hay escenas cotidianas que bien valen una reflexión en voz alta,a ver si aprendemos cosas elementales del ser humano que una gran mayoría ha olvidado ya.
Te dejo mi cariño y un abrazo enorme.Te sigo leyendo,seguimos en contacto,amiga; faltaría más... :-)

simply blue dijo...

Gracias amiga por tus bonitas palabras. Hay que contar las cosas, para entre otras cosas, revomer conciencias, despertar del letargo a la gente, sensibilizarnos, conmover. No hace falta irse muy lejos para ver el sufrimiento a nuestro lado, ese que es como que no va con nosotros, y sin embargo nos matamos por otros muy lejanos. No hemos aprendido nada.

Me encanta que me sigas leyendo, y agradezco tus acertadas y sabias palabras.

un beso.